En el estreno de nuestro blog me gustaría explicar por qué todas las empresas, y también las de tamaño pequeño y mediano, deben contar con un director financiero en su organigrama.
Pero, ¿qué es la Dirección Financiera?. ¿Para qué sirve?. ¿Qué valor aportar a mi empresa?. ¿Por qué debo tener un director financiero en mi empresa?. Estas y otras cuestiones son frecuentes entre los empresarios con lo que tenemos la oportunidad de hablar y a las que trataré de dar respuesta en este blog.
¿Qué es la Dirección Financiera?
Hay múltiples definiciones, algunas de ellas tan complejas y técnicas que más que aclarar el concepto lo que hacen, en mi opinión, es confundir más. Yo me atrevería a definir la Dirección Financiera como aquella función dentro de la empresa encargada generar dinero y, por tanto, de crear valor para la propia empresa, incluyendo en el concepto empresa tanto a sus accionistas, como a sus trabajadores, y a la sociedad en general para la que produce bienes y servicios.
¿Cómo crea valor la Dirección Financiera?
Tomando decisiones acertadas en dos ámbitos:
- Decisiones de Inversión
- Decisiones de Financiación
- Decisiones de Dirección
En este artículos me centraré en los dos primeros grupos de decisiones para, en posteriores artículos, explicar las funciones del director financiero en cuanto a las decisiones de dirección dentro de la empresa.
Decisiones de Inversión.
Toda empresa necesita para funcionar una serie de bienes de los cuales algunos permanecen durante largo tiempo dentro de la compañía, mientras que otros van rotando continuamente en el tiempo, esto es, no son siempre los mismos.
Entre los primeros nos encontramos algunos bienes tangibles como los edificios, las maquinarias, el mobiliario, pero también otros intangibles como una patente de producción, el nombre comercial de la empresa, las marcas de nuestros productos, etc. Pues bien, el director financiero de su empresa se ocupará de analizar la conveniencia o no de realizar la compra (inversión) de estos elementos que forman parte del activo llamado “no corriente” de la empresa, o bien de proponer su venta si su permanencia en ella es poco o nada rentable. Para ello tendrá que evaluar el valor que la inversión en cuestión aportará a la compañía. ¿Y cuándo decimos que una inversión crea valor? Reiterar que crear valor significa generar dinero. Por tanto, la inversión genera valor si las corrientes de entrada de dinero que produce en el tiempo para la compañía es superior a la corriente de salida de dinero necesaria para su adquisición, puesta en marcha y mantenimiento.
Entre los segundos tipos de bienes, esto es, aquéllos que rotan alguna vez a lo largo del ejercicio económico de la empresa, tenemos las existencias de mercaderías, de materias primas, de subproductos, etc. Pero también, los saldos de clientes y otros deudores, así como el dinero que tenemos en caja y en cuentas bancarias. Son activos de la empresa que cambian en el corto plazo y que el director financiero de la empresa deberá gestionar debidamente para que contribuyan a la generación de valor que se exige a toda empresa.
Así, con respecto a este tipo de activos denominados “corrientes”, el director financiero deberá estimar qué volumen en euros es el más adecuado para la empresa de modo que, por ejemplo, exista un nivel de existencias óptimo que asegure la continuidad del proceso productivo sin que ello suponga un exceso de volumen que provoque mermas y deterioros que perjudique la creación de valor; deberá definir e implantar la política de créditos que vamos a aplicar en nuestras ventas, que a su vez determinará el volumen de dinero que tendremos en manos de nuestros clientes, teniendo en cuenta variables como las posibilidades financieras de la empresa para alargar el plazo de cobro de nuestras ventas y el riesgo que ello implica de impago. Por último, en cuanto a la liquidez que la empresa deberá tener disponible en la caja o el banco, el director financiero tendrá que determinar la cuantía de efectivo óptima necesaria para atender puntualmente sus pagos.
Pero tan importante es determinar las cantidades de Activos no Corriente y Activos Corrientes que debe tener la empresa como medir continuamente sus posibles variaciones en el tiempo. Así, habrá que preguntarse las causas de una variación significativa de nuestros niveles óptimos de existencias, o de los saldos de clientes, o del efectivo en caja y bancos. Qué consecuencias pueden tener estas variaciones en la generación de valor para nuestra empresa y cómo poder corregirlas si aquéllas son perjudiciales, bien porque pongan en riesgo de insolvencia a nuestra organización, bien porque existan recursos ociosos y, por tanto, no se genere todo el dinero que la empresa podría generar de estar correctamente gestionada.